Morales tuvo anteayer su tarde de gloria en Estrasburgo, cuando saltándose los hábitos del Parlamento Europeo, José Borrell lo invitó a intervenir ante el pleno un lunes por la tarde, dado el interés de su política «innovadora». Los populares consiguieron que compareciera después en la Comisión de Asuntos Exteriores, en la que el eurodiputado popular Francisco Millán inquirió sobre la preocupación que podría tener el presidente Morales ante la inquietud que su política pueda estar generando a las empresas españolas. A lo que Evo respondió, seguro de sí mismo, que entre el empresariado español «hay de todo». Y en concreto que también «hay gente que me quiere mucho y si pudiera votarme, me votaría, como el grupo Prisa». De lo que no parece descabellado deducir -entre otras cosas- que Evo Morales está dispuesto a salvar a quienes él considera que le apoyaron en las elecciones presidenciales de 2005. Ya el 5 de enero dijo en Madrid que «el grupo Prisa parecía el jefe de mi campaña», de lo que cabe entender que esa inversión de un grupo de españoles capitalistas, blancos y explotadores es respetable porque actuó según los intereses de Morales y no serán expropiados. Viva la libertad de expresión.
ZP podría hacer un esfuerzo por mirar también a Norteamérica y no dejarse llevar por la histeria anti Bush por el despliegue militar de éste en la frontera sur. En un momento en que España es asaltada cada día por cientos de individuos que buscan la riqueza del norte, la pureza de sangre socialista impide mirar a lo que está haciendo Washington. La Casa Blanca hace este despliegue para compensar las medidas de regulación de millones de inmigrantes ilegales que está promoviendo en el Congreso. Si no lo hiciera, la nueva legislación sería una ley reclamo como la que sobre esta materia aprobó en España este Gobierno. Pero antes que coincidir con George Bush en algo, ZP preferirá equivocarse mil veces. Él quiere a Evo.
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