miércoles, 31 de mayo de 2006

Sobre las armas de fuego

En respuesta a este post de Franco Alemán.

Nunca pensé que una anotación realizada a vuelapluma fuese a ser merecedora de un post de FA. Cuando lo he leído antes me he quedado perplejo. "¡Mira lo que pasa por irte el fin de semana con malas compañías!", resuena en mi cabeza la voz de mi conciencia. Bien que lamento no haber podido responder hasta el día de hoy. Vayamos al lío.

Lo primero que me ha epatado ha sido la acusación de haber cometido tautología. ¡Vade retro, Perogrullo! Pensaba que me había olvidado de escribirlo, pero he visto que estaba ahí: en términos relativos. Es decir: en EE.UU. se cometen más asesinatos por arma de fuego que en España por habitante. Vale, dice FA. Pero es que en España se mata a la vieja usanza, empleando el estoque, la navaja, el cuchillo de cocina de toda la vida o un simple cúter: el arma blanca. Entonces, ¿el número de homicidios por número de habitantes en EE.UU. y en España es el mismo? He estado buscando estadísticas en internet y no he sacado nada en limpio, pero diría que en EE.UU. el número de homicidios es superior que en España por habitante.

España no tiene tradición de armas de fuego cortas (nos encanta la caza, aunque el número de muertes producidas por estas armas es escaso), y prefiero que siga siendo así. EE.UU. tiene tradición en el empleo de armas de fuego. El país se creó a golpe de revólver y de Winchester; tanto es así que está reconocido constitucionalmente, en la Segunda Enmienda. Llegados al día de hoy, si en un estado se restringe el derecho a portar un arma de fuego, el delincuente podrá adquirirla en un estado vecino o de contrabando con relativa facilidad: en definitiva, lo tiene bastante más sencillo que en Europa donde las leyes son restrictivas en casi todos los países. No creo que incrementar la permisividad en España vaya a solucionar el problema, por varios motivos:

A finales de los ochenta, cuando la movida madrileña daba sus últimos coletazos y la heroína hacía estragos entre la juventud, pasear por el centro de Madrid (Huertas, Sol, Gran Vía…) era poco menos que una odisea. Si no te atracaban era porque un carterista te había dejado sin un duro limpiamente. Tomarse un refresco en uno de los numerosos bares de la Gran Vía era una invitación a ser desvalijado. Pero esa situación cambió, por fortuna, y a principios de os noventa, gracias a una mayor presencia policial se le dio la vuelta a la tortilla, y veías a chicos de quince años paseando tranquilamente por el centro de Madrid: parecía que estabas en otra ciudad.

Otro tanto sucedió en Nueva York, donde a comienzos de los años noventa la delincuencia campaba a sus anchas. Fue la política de “Tolerancia Cero” de Rudolph Giuliani la que devolvió la tranquilidad a las calles.

Ha aumentado la delincuencia en España estos últimos años al calor del crecimiento económico, de los grandes flujos migratorios y de un Código Penal bastante laxo. Bueno, pues modifiquemos el Código Penal, extraditemos a los extranjeros que delincan y blindemos las fronteras como están haciendo ya nuestros vecinos europeos y formemos a más policías. Pero no adoptemos un modelo que no es el nuestro sin probar antes otras soluciones que ya dieron sus frutos en el pasado y que, en principio, los van a dar ahora.

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