viernes, 30 de marzo de 2007

Parroquiano

Alfonso Rojo:

Cada día más catetos. Quizá vieron, aunque fuera un trozo, de «Tengo una pregunta para usted». Probablemente, les llamó la atención que Zapatero tuteaba al presentador y a los entrevistadores. Les llamaba por el nombre de pila, como si fueran «colegas».
Quizá se fijaron en que el presidente comenzó agarrándose mucho al atril y fiel a ese manual, elaborado por la «Factoría Pepiño», donde se recomienda a los candidatos socialistas enfocar las preguntas de los periodistas con criterio: «dedicando un 20 por ciento a la respuesta concreta y un 80 por ciento a enviar mensaje».
Eso hizo Zapatero, cuando surgieron temas incómodos, como la benevolencia gubernamental hacia el etarra De Juana Chaos o uno de los invitados inquirió por los «límites» que se ha marcado en su proceso de paz.
EMe chocó bastante que ni uno solo formulara una pregunta relacionada con la política exterior española o con los dramas que ensangrientan la escena internacional. Es evidente que quien anda asfixiado con la hipoteca, considere prioritario su pisito al embrollo entre israelíes y palestinos, pero es que fueron dos horas de charleta. Y había allí gente de todos los tonos y colores.
La única explicación que se me ocurre es el propio Zapatero. Aunque Kofi Annan, Mayor Zaragoza y la fundación Henry Dunant, la que interviene como «intermediaria» con ETA, anden trasteando para ver si le proponen como candidato al Nobel de La Paz y Zapatero haya hecho algo de ruido como impulsor de esa entelequia llamada Alianza de las Civilizaciones, coincidirán conmigo en que no ha habido en la España democrática un presidente de Gobierno más parroquiano que este. Da igual que hayamos crecido hasta convertirnos en la décima potencia económica del Planeta y tengamos una Historia plagada de nombres como Colón, Pizarro, Cortés o Ercilla, porque la España de Zapatero parece cada día más la del patadón en los cojones ante la Audiencia de Bilbao, la de las putadas de ERC a Montilla, la que se niega a compartir el agua y no ve más allá de sus narices.

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