Es la libertad del suicida lo que, valientemente, la prensa socialdemócrata está defendiendo. Esa prensa estima que entre los derechos del hombre está el de quitarse la vida. Y que sólo el hombre (en casos de clara conciencia como el de Inmaculada Echevarría) puede juzgar si su vida vale la pena. Me parece muy bien. Lo que no acabo de entender es la ausencia de duelo. Al fin y al cabo tampoco la hermana de la Princesa de Asturias quería vivir con respirador asistido. Se lo quitó, se lo quitó, y al día siguiente todo el periódico estaba inundado de lágrimas. ¿No fue, como en el caso de Inmaculada, un ejemplo de la soberana voluntad del individuo? ¿Alguien, algún eutanásico socialdemócrata se atrevería a juzgar que la vida de la hermana de la princesa de Asturias era más vivible que la de Inmaculada? ¿Sí? Mais pourquoi, bomboncitos?
Me temo que esa pregunta quedará sin respuesta. Mientras, la multitud está alegre: Inmaculada ha muerto.
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