miércoles, 31 de octubre de 2007
Juan Antonio Cebrián, R.I.P.
El funeral tendrá lugar el jueves 29 de noviembre en la parroquia de San Manuel y San Benito, a las 20:30 horas.
Onda Cero emitió un comunicado oficial. además, en Microsiervos han recopilado diversas páginas web con homenajes personales. Yo me enterado de la triste noticia por la página de Bruno Cardeñosa.
Que en paz descanse.
Cosas veredes...
Hace falta tener el rostro de hormigón armado para que un miembro destacado de la radio que se inventó la existencia de un terrorista suicida y que promovió junto con el PSOE una campaña feroz contra el Gobierno de Aznar los días 12, 13 y 14 de marzo de 2004 le reproche nada al PP.
Gustavo de Arístegui, en lugar de mandarle a una cochiquera a recoger desperdicios de marranos, a ser posible con el apéndice lingual, le ha respondido que Ángel Acebes, Ministro del Interior en aquel entonces, mantuvo informada a la opinión pública en todo momento, y que ya a las ocho de la tarde del 11 de marzo comunicó que había varias líneas de investigación abiertas.
Ésa es la verdadera cara de la izquierda. Miserable, pútrida, abyecta. Con una carencia de principios morales abrumadora. Todo vale. Absolutamente todo.
lunes, 29 de octubre de 2007
¡Por fin!
domingo, 28 de octubre de 2007
...pero no había mártires republicanos
Lo más destacado de la crónica de la televisión del Grupo Prisa han sido, no obstante, los altercados que han sucedido a la beatificación, cuando un grupo de izquierdistas italianos han aparecido con pancartas en contra de la beatificación y una reproducción de «El Guernica», que ha sido destrozado por los españoles. Como consecuencia de estos altercados ha habido siete detenidos (ignoro si italianos o españoles, y no encuentro nada en internet). También destacaba la crónica que había nostálgicos del franquismo con la bandera del Águila de San Juan, y que había una representación del Gobierno de España (TM), de la Iglesia Española y de (textualmente) «la derecha más rancia».
La cronista se lamentaba también de que había muchos mártires beatificados, «pero no había mártires republicanos». Tampoco budistas, pero ese detalle lo ha omitido la periodista. Supongo que hubo miembros de la Iglesia que eran republicanos y que fallecieron durante la contienda. Ahora bien, dudo que muriesen por el simple hecho de ser cristianos, como es el caso de los 498 mártires beatificados.
Como suele repetir JMG, el periodismo en España está a un nivel cercano al subsuelo.
He buscado información en las páginas web de El País, la SER, Cuatro y El Mundo.
Cataluña, ¿Tercer Mundo?
HUBO un tiempo, hacia 1970, en que muchos envidiábamos a los barceloneses, por aquel clima de libertades que en los años finales de la dictadura se respiraba en la Ciudad Condal. Y hay un tiempo, ahora, en que hay que sentir todo lo contrario: alegrarse de no vivir en Barcelona. Entre otras cosas porque tras unos años de no verle ni la matrícula, ya no sabemos siquiera si eso de decir «Ciudad Condal» es políticamente correcto o si es un signo de lo peor que le pueden a uno acusar allí: de españolismo.Evoco aquellos lejanos octubres en que el viejo José Manuel Lara nos invitaba al fallo de un premio Planeta que entonces no era lo que es. El Planeta era despreciado por la crema de la intelectualidad y la pomada de la progresía. El premio de prestigio era el Nadal, y las novelas que había que leer, las que publicaba Carlos Barral. La anual visita de cronistas del Planeta nos permitía a algunos provincianos saborear las mieles de europeísmo de aquella Barcelona abierta, culta, tan suya, tan orgullosamente burguesa, tan valedora de sus reivindicaciones todavía regionales, en las que te encontrabas la bandera de las cinco barras hasta en las cajas de cerillas del Drugstore del Paseo de Gracia, templo, junto con Bocaccio, de madrugadas de sueños de libertades, de veneración de la narrativa hispanoamericana y de lectura de venecianos novísimos poetas a los que no se les caían los anillos por escribir en castellano.Me acuerdo ahora de aquella Barcelona que aún era ciudad de los prodigios, con Manuel Vázquez Montalbán haciendo lírica de su Barsa, con Salvador Paniker yendo a Madrid a arrancar conversaciones sobre la democracia y con los cantantes de la Nova Cançó invitándonos a tirar de la estaca, que como no fuera la estaca que nos encontrábamos en cada cigarrillo de nuestro paquete de Celtas, no sé qué estaca íbamos a abatir a base de cubatas de ron y ligues con una de Bandera Roja que traducía a Susan Sontag.¿Existió alguna vez aquella Barcelona que tomábamos como modelo de la España que había de ser? Si existió, ha fenecido. Basta oír a Albert Boadella, con lo que en aquellos entonces era, para comprobar que todo aquello de la Asamblea de Cataluña, los Capuchinos de Sarriá, las mesas democráticas y la crítica de Robert Saladrigas a nuestros primeros libros en las páginas de «Destino» fue un sueño. Aquella Barcelona nos recibía a todos con los brazos abiertos y la sentíamos nuestra.Como en el bolero, ya todo aquello pasó, todo quedó en el olvido. La tierra más abierta de las Españas se ha convertido en la más cerrada y excluyente. Ya no son escritores catalanes los que van representando a España a la Feria de Fráncfort, sino que les niegan el pasaporte de catalanidad a los que osan escribir en castellano. Antes se sentía uno como en su propia casa en aquella Barcelona del alborear de la democracia y ahora todo es cerrada oscuridad nacionalista, aldeana y cateta.Y encima, la otra cara de la moneda: si Felipe González decía que «el cambio es que España funcione», el Estatuto soberanista que pisa la raya de picadores de la Constitución debe de ser «que Cataluña no funcione». Antes estabas deseando ir a Barcelona, para respirar aquellos aires de libertad. Y para disfrutar de las mejores autopistas, las mejores infraestructuras que mucho antes de los Juegos Olímpicos de 1992 ya tenía el Principado. Ahora ya te has hecho a la idea de la falta de libertades, pero temes ir a Barcelona por lo más elemental de lo material: porque un socavón se puede abrir bajo tus pies en el Carmel de cada día; porque puede volver el apagón del siglo de Endesa, o el apagón informativo; porque en el aeropuerto del Prat tienes asegurado el caos; porque despídete que tomar un tren de cercanías, de aquellos maravillosos, como europeos, en los que tu editor llegaba desde su casa de San Cugat a la oficina de Pedralbes. Como los plátanos de Canarias, los desastres de Cataluña: todos los días uno, por lo menos. Aquel editor del tren de cercanías me publicó allí en 1972 un libro que se titulaba: «Andalucía, ¿Tercer Mundo?». Me imagino que ahora, a la vista de las presentes desgracias y carencias, estará buscando quien le escriba un ensayo que se titule: «Cataluña, ¿Tercer Mundo?».
domingo, 7 de octubre de 2007
Vacaciones
sábado, 6 de octubre de 2007
El vídeo del PSOE
«Por la igualdad, la convivencia...»
Una curiosa forma de fomentar la convivencia: reírse de los que no piensan como yo. Pero no pasa nada; son progres y se les permite todo. Además, según el Presidente del Gobierno de España, el vídeo es «simpático». Según Gabilondo, «jocoso». No recuerdo lo que dijo Iñaqui del vídeo del dóberman...
En ABC, Puebla ha respondido al vídeo de manera soberbia:
Y hoy me enterado gracias a la Señorita White de que hay un vídeo respuesta que merece la pena ver. A su web les remito.
jueves, 4 de octubre de 2007
Menos libertad
Como siempre, los voceros que acusan a Bush de limitar la libertad en el país de las barras y las estrellas no han dicho ni mú. (En general no dicen ni mú de nada; sólo critican, sin aportar datos. Echo de menos en España debate con aportación de argumentos sobre cualquier tema, y no la etiqueta ad hoc.)
Sputnik, 50 años
Con su lanzamiento, los soviéticos demostraron a los americanos que podían lanzar una cabeza nuclear a cualquier parte del globo. Era un paso más en la guerra fría.
(Encontrarán abundante información en el especial de elmundo.es, así como en Microsiervos o la wikipedia. La fotografía, cómo no, está tomada del sitio APOD.)
lunes, 1 de octubre de 2007
Mingote
Hacia una profunda crisis
Muchos economistas los han estudiado para suavizar las fases bajas del ciclo y evitar que que deriven en grandes crisis como las de las décadas de 1930 ó 1970 del siglo pasado, o para salir de la recesión en el menor tiempo posible. Los factores que afectan a la economía son múltiples y variados, y lo que acaba determinando la profundidad de una desaceleración o, en el peor de los casos, recesión, es la suma de muchos pequeños "poquitos". Juan Velarde habla en su artículo de hoy de la fragmentación del mercado, uno de esos factores que agravan las crisis económicas y del que apenas se habla en estos días turbulentos para la unidad de España, quizá por ser políticamente incorrecto (se puede quemar la foto de los Reyes de España, pero no una Ikurriña... ustedes me dirán por qué) -negritas mías-:
Han sido tres noticias sucesivas de mucho calado. La primera, el Estatuto de
Cataluña, que profundiza la ruptura de la unidad de mercado en España. La
segunda, la amenaza de un referéndum montado por el Gobierno autónomo vasco, que aun aumentaría más ese riesgo. La tercera, las noticias que llegan sobre el
contenido del proyecto de Presupuestos para 2008, porque el gasto público no se
va a distribuir de acuerdo con criterios de rentabilidad máxima para el conjunto
español. Lo que se ha aceptado, es una progresiva disgregación de la política
económica, en función de ciertos intereses regionales que así intentan mejorar
su situación. En el excelente «Prólogo» que Joaquín Leguina escribió para esa
obra impagable de Francisco Sosa Wagner e Igor Sosa Mayor, «El Estado
fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones en España» (Trotta, 5ª
edición, 2007) se puede leer cómo «estamos pues ante un proceso interactivo cuyo impulso es la emulación y donde después de cada ronda de «café para todos» se abre otra nueva reivindicación por parte del «hecho diferencial»». Debe completarse esto con lo que, concretamente en relación con el caso de Cataluña, señala el profesor Barea en el reciente libro «Pensamiento económico de José Barea. El legado de un economista de Estado» (AECA, 2007): el Estatuto de Cataluña «regula cuestiones que afectan a las restantes Comunidades Autónomas de régimen común, al reducir la solidaridad exclusivamente a los servicios de educación, sanidad y otros servicios sociales del Estado del Bienestar, lo que perjudica especialmente a las Comunidades pobres».Conviene, en este sentido, proyectar esto en un momento en que la crisis avanza con bastante rapidez. Ya, en 1928, siguiendo los pasos de Adam Smith, Allyn Young señaló cómo un mercado que se empequeñece -y eso es lo que sucede con estas realidades que surgen en España- liquida las posibilidades de desarrollo para todas y cada una de sus partes. Para España, Perpiñá Grau en «De Economía Hispana» (Labor, 1936) puntualizó esto más aun, para explicar males de nuestra economía.
Por otro lado, a efectos de comprobación mundial, Kindleberger, con su «caracol
contractivo» lo puso de relieve, señala de que [sic] ahí, en el nacionalismo, estaba
la raíz de esa implosión gigantesca que fue la Gran Depresión. La contrastación empírica de estas tesis se ofrecieron de modo escalofriante en el magnífico libro de Frederick Hertz, «The economic problem of the Danubian States. A study in economic nationalism» (Victor Gollancz, 1947). Tiene toda la razón Joseph Roth, en ese delicioso relato que es «El busto del Emperador» (cuidada traducción de Isabel García Adánez, Acantilado, 2004), al señalar que «unos años antes de la Gran Guerra... la que llamaban la «cuestión de las nacionalidades» empezó a ser un tema candente..., la frase previa de esa bestialidad -palabra que toma Roth de Grillparzer- que estamos viviendo ahora».
HAcia el precipicio vamos...