Arturo Pérez-Reverte lleva unos quince años (creo recordar) escribiendo una columna de opinión semanal. No me las pierdo nunca, aunque en ocasiones desbarre un poco. Siempre es un punto de vista diferente e independiente, aunque no lo pregone a los cuatro vientos como algunos diarios. Esta semana está soberbio, y habla sobre la mezquita de Córdoba (actualmente una catedral cristiana dedicada al culto católico), y sobre la petición de los musulmanes para que vuelva a ser una mezquita, ya que
les pertenece:
El problema no está en los que piden, que están en su derecho, sino en los que dan. O en la manera de dar. O en la manera cobarde, acomplejada, en la que cualquiera que tenga algo público que sostener en España se muestra siempre dispuesto a dar, o a regalar, con tal de que no le pongan la temida etiqueta maléfica: reaccionario, conservador o antiguo.
Y termina hablando del peligro que corre nuestra libertad si no empezamos a concienciarnos de que es un bien muy preciado que nos ha costado siglos conseguir:
[...] hicieron falta nueve mil años de memoria documentada desde Homero, dos siglos transcurridos desde la Revolución francesa llenos de sufrimiento y barricadas, y unos cuantos obispos llevados a la guillotina o al paredón, para que una mujer goce hoy en Europa de los mismos derechos y obligaciones que cualquier hombre. O para que yo mismo tenga derecho –lo ejerza o no– a escribir «me cago en Dios» sin que me metan en la cárcel, me persigan o me asesinen por blasfemo. Quien olvida eso y se la deja endiñar en nombre del qué dirán y el buen rollito, merece que le recen en Córdoba o lo pongan mirando a La Meca. Y que cuando su legítima pase con falda corta frente a la mezquita-catedral, símbolo de la multicultura, del todos somos iguales y del diálogo de civilizaciones, otra vez la llamen puta.
Quizá los señores del
PSOE de Córdoba deberían leer el
artículo completo para darse cuenta de que el islam es una opción muchísimo peor...
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