sábado, 30 de agosto de 2008

Caricaturas que no cicatrizan

Ordenando papeles para evitar perecer por aplastamiento he encontrado un artículo de El País , «Caricaturas que no cicatrizan», que recorté hace más de un año (del 4 de mayo de 2007, para ser precisos). Publicado en la última página, trata sobre la reunión, auspiciada por la ONU, de 12 dibujantes de reconocido prestigio en el Museo del Cómic de Bruselas. Les dejo con el artículo (negritas mías) para tratar el tema de las revueltas producidas tras la publicación de las caricaturas de Mahoma:

Para el mundo musulmán está muy claro: Mahoma es el gran tabú. En Occidente, las líneas que separan lo publicable de lo censurable son mucho más delgadas. Es una de las conclusiones a las que llegaron ayer 12 de los más reconocidos dibujantes del mundo, reunidos por la ONU en el Museo del Cómic de Bruselas para conmemorar el Día Internacional de la Libertad de Expresión.

Hace casi año y medio, las caricaturas del Profeta impresas en un diario danés incendiaron las calles árabes de medio planeta dejando decenas de muertos. La herida no sólo no ha cicatrizado, sino que se ha hecho más profunda, y hoy muchos caricaturistas se lo piensan más de dos veces antes de dibujar una barba. Otros, como Plantu, el dibujante estrella del diario Le Monde, que ayer ejerció de maestro de ceremonias, tienen claro que "la prohibición de los imanes no va a coartar mi trabajo". Pero todos coinciden en que la publicación del busto del profeta coronado con una bomba a punto de explotar ha marcado un antes y un después entre los que satirizan la realidad política a diario.

"En Argelia me han dejado dibujar a Dios, pero no a Mahoma", explicó el dibujante argelino Dilem, perseguido por la justicia de su país y que presume de haber sido el primero en atreverse a retratar a un presidente de la República en activo. Cuando las caricaturas del rotativo danés Jyllands-Posten dieron la vuelta al mundo, Dilem se dio cuenta de que se avecinaban tiempos difíciles para la libertad de expresión y de que las revueltas de la calle árabe se convertirían en la excusa perfecta que algunos Gobiernos del mundo árabe aprovecharían para restringir libertades ya conquistadas. "Al día siguiente me puse a publicar caricaturas de barbudos para demostrar a la gente de mi país que la cuestión danesa no nos iba a hacer ceder parcelas de libertad de expresión". Pero los esfuerzos de Dilem no han dado todos los frutos que al menos él esperaba.

"Hoy publicar algo en contra de los islamistas significa estar del lado judeocristiano en un mundo dominado por el choque de civilizaciones". "La cuestión danesa ha hecho que muchos profesionales se den cuenta de que su vida peligra. Al fin y al cabo, fuimos los árabes los que pusimos los muertos durante las revueltas", explica a este diario tras el debate.

Algo parecido piensa la conocida dibujante libanesa Rita Moukarzel, que se mueve por Beirut con guardaespaldas. "Las heridas de la crisis danesa siguen vivas. La gente en Beirut se tiró a las calles hace año y medio de forma incontrolada y el miedo a la guerra civil es permanente en mi país", dice Mourkarzel, educada en Occidente y fundadora hace una década del sindicato de diseñadores gráficos de Líbano. Una organización a la que el Gobierno libanés fijó enseguida los límites: la religión y la bandera, ni tocarlos.

El israelí Kichka coincidió en que en su país es posible dibujar a Haniya [el primer ministro palestino] o a Nasralá , "pero después de lo de Dinamarca, nos dimos cuenta de que nadie en Israel se había atrevido a dibujar a Mahoma". Kichka considera que cada dibujante y los gobernantes son los que deben trazar las líneas rojas, porque, en su opinión, "los límites están entre nosotros y nuestra conciencia". El dibujante danés Lars-Ole Nejstgaard encontró los límites en su confesión. Declinó la invitación del Jyllands-Posten porque "para poderte burlar de Mahoma tienes que ser musulmán. Yo he pintado muchas imágenes satíricas de Jesucristo, pero lo puedo hacer porque es mi Dios", sostuvo. Pese a su decisión, defiende a los caricaturistas daneses que aceptaron el reto del periódico de mayor tirada de su país, porque "hay que defender la libertad de expresión". Aun así, cree que el contexto internacional obliga a plantearse dónde están los límites a esa libertad.

El lugar elegido por la ONU para celebrar el debate y presentar una colección de viñetas titulada Dibujando por la paz no pudo ser más acertado. El Museo del Cómic, instalado en un impresionante edificio modernista del arquitecto Víctor Horta, rinde homenaje a la capital del país que dio a luz a Tintín y a Spirou.


Cómo mola escribir y defender tus ideas cuando sabes que lo único que puedes conseguir son críticas. Quizá duras, quizá terribles, pero sólo críticas. En el momento en que te juegas la vida, ya hay que plantearse dónde está el límite de la libertad de expresión. Te puedes cagar en Dios, puedes mandar a la mierda a la puta España, puedes llamar asesino al Presidente del Gobierno, puedes pedir que encarcelen a tu presidente, puedes acusar al Gobierno de intento de golpe de estado, que no pasa nada.

Eso sí, contra ETA no abra nadie la boca, porque esos te pueden matar. No aprovecharán jamás el Festival de San Sebastián para pedir el fin de ETA, no sea que no les vuelvan a invitar. No dirán una palabra en contra de los musulmanes, porque esos van en serio, como pudo comprobar el asesinado Theo Van Gogh, quien rehusó llevar escolta.

Ante los asesinatos y las revueltas, los dibujantes se plantean dónde está el límite de la libertad de expresión. Si no fuera tan repugnante resultaría irónico. Si esas amenazas hubieran provenido de Israel, por ejemplo, o de Estados Unidos, no habrían dudado en denunciarlo. Pero no, resulta que fueron altercados "espontáneos", y que la grey mora se sintió atacada. Juas. Obvian el hecho de que fue una campaña perfectamente orquestada por los imanes y demás ralea. Quizá no les conviene. Y concluye Dilem: «los árabes pusimos los muertos en las revueltas». Como que las revueltas no se originaron en las iglesias sino en las mezquitas.

Y es que mola mucho criticar al cristianismo, a la Iglesia, a los EE.UU. y a Israel. Es lo que se lleva ahora. Y claro, si criticas a los moros, parece que estás de parte de los cristianos, pero no es así. «Hoy publicar algo en contra de los islamistas significa estar del lado judeocristiano en un mundo dominado por el choque de civilizaciones».

Espero que acaben abriendo los ojos. Les vendría bien leer los últimos tres libros que escribió Oriana Fallaci antes de que el cáncer acabase venciendo la batalla: La Rabia y el Orgullo, La fuerza de la Razón y Oriana Fallaci se entrevista a sí misma (aquí, el pack de los tres).

Afortunadamente los daneses no se rinden, y siguen practicando de manera saludable la libertad de expresión (vía Desde el Exilio):



La atrapamoscas Venus se acababa de convertir al Islam. «Sólo una pregunta: ¿eres halal?




Esperemos que el antiamericanismo acabe pasando, como moda que es. Espero que el multiculturalismo acabe pasando, como moda que es. Espero que el anticlericalismo acabe pasando, como moda que es. Espero que la sociedad reflexione y se dé cuenta de cuáles son sus valores, y que empiece a defenderlos de una vez. Quizá es mucho esperar.

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