En mi opinión, el «problema vasco» tiene un culpable claro: la sociedad vasca, como conjunto. No han podido, no han sabido, no han querido hacer frente al terrorismo. Poco ha importado que primos, vecinos o hermanos hayan tenido que huir de las Vascongadas por miedo a que los matasen a ellos o a sus familias. La masa agachaba la cabeza, o bien miraba para otro lado. Y un buen día nos desayunamos con que nos exigen el cumplimiento de sus condiciones, sin que medie arrepentimiento ni petición de perdón. Y pienso en qué pasaría si los asesinos de sus parejas se constituyesen en asociación y exigiesen su excarcelación y subvenciones para que sus familias pudiese ir a verlos a la cárcel. Y me entran arcadas.Hay frases que, aunque normalmente las entendemos muy bien, tienen trampas literales. Se dice, por ejemplo, que «el miedo es libre». Como todo aquel que ha sentido miedo sabe que no suele ser una elección personal, se ha de entender que es el miedo, convertido retóricamente en un ser vivo, el que se mueve con sorprendente libertad, nos sorprende y nos domina. Y que, así, hacemos o dejamos de hacer cosas, algo que en otras circunstancias no ocurriría.
Pero la trampa no es sólo la de las palabras. También hay una trampa moral si se piensa que el miedo lo justifica todo, que es inexorable. Lo hemos visto hace no mucho tiempo ante la reedición de un crimen viejo, el chantaje económico de ETA: el miedo eliminaría toda posibilidad de respuesta moral y nada tendríamos que decir a los que, con esa disculpa, pagan y sostienen la actividad terrorista poniendo en peligro la estabilidad política y la vida y los derechos de muchos otros. El miedo no anula las consecuencias ni el fin justifica los medios y, por ello, incluso aterrados, somos responsables de nuestras acciones.
lunes, 11 de septiembre de 2006
Sobre el «proceso de paz»
Germán Yanke, en ABC:
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