miércoles, 5 de abril de 2006

Nuevo viaje

He andado atereado estos días y no he podido postear.

Os dejo con un post de Freelance sobre el blog 16/98 unplugged que me ha removido algo dentro...
Ya son varias las ocasiones en que he mencionado aquí un blog sumamente interesante, 18/98 Unplugged, monográficamente dedicado al macroproceso 18/98 contra el entorno de la banda asesina ETA. El autor, que se firma con el sobrenombre de Renault (como el archifamoso comisario de la película Casablanca), se autodefine como un ciudadano de a pie, independiente y apartidario.

Sucede que dicho ciudadano anónimo, que está siguiendo todas las sesiones de la vista oral del proceso 18 / 98 que se están celebrando en Madrid y, por tanto, es sin duda una de las personas más y mejor informadas sobre dicho proceso. El pasado día 28 de marzo envió al diario El País una carta relatando sus impresiones en relación con el efecto que la declaración de alto el fuego había producido entre los encausados. Al cabo de un par de días, desde el diario El País le informaron que no tenían previsto publicar la carta ni en su edición impresa ni tampoco en la digital, por lo que Renault se dirigió a cuantos pudieran ayudarle a dar cierta publicidad a la carta de marras.

El pasado viernes, Miguel Gil la leyó dentro de la sección Rebelín Cívica del programa El País de las Maravillas. Para mí es un placer publicarla aquí, gracias a la deferencia del autor, que me la ha enviado personalmente por correo electrónico, junto con una interesante addenda relativa a lo ocurrido en la Audiencia Nacional el día 29 con motivo de la comparecencia del batasuno Otegui ante el juez Grande Marlaska.

PUEBLO DE MADRID
28 de marzo de 2006

Desde que se inició el llamado macroproceso contra el entorno de ETA he asistido como parte del público a la mayoría de las sesiones de este juicio, y he dejado constancia de lo que allí está sucediendo en el blog 18/98 unplugged. Hasta ahora no había escrito ninguna carta a los periódicos, aunque alguno de mis escritos ha sido citado por Vicente Molina Foix en este mismo diario. Pero lo que he presenciado esta mañana en la Casa de Campo es más de lo que puedo soportar sin dirigirme urgente y directamente a mis conciudadanos. El hecho del que hoy he sido testigo es la escenificación de lo que probablemente nos espera en los próximos meses o incluso años: cincuenta y seis acusados de colaborar con ETA exhibiendo su felicidad con coloridas camisetas festivo/reivindicativas, unos sesenta individuos llegados en autobús para acompañarles en la romería, aproximadamente veinte abogados (en lugar de la docena habitual) cobijándoles bajo sus togas de las inclemencias de la ley, y en frente sólo un fiscal, un abogado de la acusación particular, y cuatro, exactamente cuatro madrileños apoyando entre el público la acción de la justicia: una estudiante de derecho, dos amas de casa, y yo. Bueno, también había algunos policías que contemplaban impotentes y en silencio como el ritual para exculpar a los asesinos de sus compañeros había comenzado. Todos, unos y otros, escuchábamos a uno de los acusados -de nombre Sabino para más inri- afirmar sin ningún rubor que él y los suyos no son más que los continuadores de Gandhi y Luther King en la lucha civil y pacífica por la libertad de los oprimidos. Como lo oyen.

Y yo me pregunto: ¿Dónde está ese pueblo de Madrid al que políticos de uno y otro signo adulan, cuando les interesa, recordándole reales o ficticios pasados heroicos en la lucha por la libertad, desde la invasión napoleónica hasta hoy? Contestaré yo mismo con una expresión que a mi entender resume todas las posibles respuestas: en el limbo.

Sé que tendría muchas más posibilidades de publicar esta carta y de “caer bien” a los lectores si probara a hacerlo en otro periódico. Pero es precisamente a los lectores de El País, que seguramente en su mayoría se considerarán progresistas, a quienes este ciudadano quiere dirigirse porque para él, precisamente porque cree en el progreso, no hay un paso atrás mayor en una democracia que el de entronizar la impunidad y la mentira como garantes de la paz. Los cuatro que esta mañana estábamos en la Audiencia Nacional hace tiempo que decidimos no quedarnos cruzados de brazos ante la posible liquidación del estado de derecho. Ustedes hagan lo que quieran, pero luego no nos vengan llorando.

ADENDA TRAS LO SUCEDIDO EN LA AUDIENCIA NACIONAL EL DÍA 29
Ayer estuve en la puerta Audiencia Nacional en la calle Génova esperando el resultado de la comparecencia de Arnaldo Otegui ante el juez Grande Marlaska, y lo que vi durante las seis horas que estuve allí confirma mis peores sospechas: De ese pueblo de Madrid, al parecer históricamente ejemplar en su compromiso con la libertad y la justicia, solo aparecieron una docena de personas, y las conocía personalmente a casi todas porque siempre somos los mismos.

Los que sí aparecieron fueron esos otros habitantes de la capital, en nada ejemplares, y que ya nos habían visitado en la Casa de Campo en un par de ocasiones con sus insultos, sus gritos desaforados, y sus amenazas. Eran unos treinta, quizás más, y esta vez pasaron de las amenazas a los hechos y atacaron en una cafetería cercana a esos otros indeseables llegados del País Vasco. Durante horas observé a los ultraderechistas, fui testigo directo e incluso parte implicada en sus intentos por utilizarnos -de la manera más rastrera imaginable- para sus agresiones, también les leo en sus páginas web, y por eso me siento autorizado para afirmar lo siguiente: si el Estado de Derecho sigue haciendo aguas y los demócratas no hacemos oír nuestra voz con la firmeza que la ocasión requiere en los medios de comunicación, en la calle, y en todas partes, la ultraderecha va a poner un muerto sobre la mesa más pronto que tarde. El siguiente lo pondrá otra vez ETA, y cuando queramos darnos cuenta el gobierno de turno que pretenda iniciar un nuevo “proceso de paz” tendrá que garantizar la impunidad no para uno, sino para dos grupos de asesinos.

Por todo ello, y tomando prestadas algunas palabras, quiero decirles a mis conciudadanos: Amigos, madrileños, compatriotas… ¡Despertad de una maldita vez!

¡Hasta la vuelta!

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