Dragó comparte blog con su hija, Ayanta Barilli, que reina en las madrugadas de esRadio. Así cuenta ella este episodio (negritas mías):
El jueves pasado vino mi padre a comer a casa y nos contó que le habían ofrecido ir a “La Noria” por una cifra de salida de dieciocho mil euros -lo cual significa que se podía llegar a pedir casi el doble- para hablar sobre todo lo sucedido. No estaba seguro de si aceptar o no. Lo único que nos hacía dudar, a él y a todos los que le escuchábamos, era que había decidido donar el dinero a una asociación benéfica que prestaba ayuda a niños desamparados. Llegamos a la conclusión de que, sólo en ese caso, valía la pena dejarse torturar durante una hora en un programa deplorable que se dedica a despellejar, con razón o sin ella, a todo el que osa pisar ese plató.
Mi padre se fue y me quedé con la idea de que lo haría. Admiré su valentía. Reconozco que yo jamás habría aceptado una propuesta así, ni siquiera a cambio de ayudar a los más desfavorecidos. Cagueta que es una.
Por la noche me fui a trabajar a la radio. Al llegar, el guardia de seguridad me dijo que me había estado buscando un tal Rubén. Me dejó su número de teléfono y yo le devolví la llamada. Resulta que era el coordinador de “La Noria”. Con un tono muy amable me explicó que Dragó iría el sábado y que necesitaban grabarme, el viernes por la mañana y a toda prisa, una entrevista en su defensa. Me lo contó como si fuese una petición de ayuda de padre a hija. Le contesté que prefería mantenerme al margen y que además, cosa absolutamente cierta, al día siguiente me iba de viaje. En definitiva, les dije que no, pero, cuando colgué el teléfono, me entró cargo de conciencia por no echar una mano en una situación tan delicada. Ya no eran horas de llamar a nadie, así que lo dejé para el día siguiente. Por supuesto, no pegué ojo.
El viernes por la mañana llamé a mi padre para explicarle las razones de mi negativa y, muy sorprendido, me dijo que lo había pensado mejor y les había dicho que no a eso de las cinco de la tarde del día anterior, es decir, al salir de mi casa, después de haber comido juntos.
Me quedé atónita y repasé todo lo sucedido en las últimas veinticuatro horas. La conclusión, según el orden cronológico de los acontecimientos, es que el tal Rubén se había puesto en contacto conmigo cuando ya sabían la negativa de mi padre. Y el resumen es que hay un tipo de periodismo, si es que le queremos dar este nombre, cuya principal actividad es la estafa moral y sentimental. Si hubiera accedido, por amor y sólo por amor, a colaborar en semejante espectáculo, habría visto, con enorme sorpresa, que la única que participaba en “La Noria” iba a ser yo.
Repugnante.
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