Antonio Machado Ruiz andaba por la edad de Cristo cuando se enamoró en Soria de Leonor Izquierdo Cuevas, de trece años a la sazón. Esperó un par más para desposarla, pero esa cautela no lo libró de una cencerrada brutal. [...] La cencerrada que amargó las bodas del poeta no se la dieron por pedófilo, sino por mozo viejo que casaba con mocita, escamoteándola a los posibles pretendientes más jóvenes. [...] La llamada liberación sexual, como ha observado Jean-Claude Milner en un feroz alegato contra el progresismo contemporáneo (La arrogancia del presente, Manantial, 2010), no se plasmó en derechos individuales efectivos, sino en mera permisividad que no sólo dejó incólume el poder del Estado, sino que lo fortaleció, arrebatando a la sociedad sus tradicionales recursos censorios. Hoy somos mucho menos dueños de nuestros cuerpos y de nuestros deseos. El Estado legisla sobre la humanidad del feto humano, sobre la sexualidad de los escolares o sobre lo que debemos meter en los pulmones. La exploración de los límites de lo permitido se mueve entre la pornolalia de unos y el puritanismo totalitario de quienes reclaman de los gobernantes la castración civil (o física) de los pecadores de boquilla. ¿Zafiedad? Más bien estupidez de granja donde a los bichos se les tolera aparearse a discreción mientras tiren del carro. Ovejas, pollos y cerdos de Orwell. Estado de Permiso frente a Estado de Derecho, y escándalos televisivos sin alegría o con alegría-macarena, que viene a ser lo mismo de aburrido y fundamentalmente avícola.
Leedlo entero.
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