Lo malo de tener un ego descomunal es que rara vez sabes dónde está el límite, pierdes el sentido de la perspectiva y del ridículo y, con ellos, las formas y la educación. Y si encima este excesivo amor por uno mismo no hace sino ocultar un brutal complejo de inferioridad, apaga y vámonos.
Es lo que parece que le está pasando a Chávez, el Gorila Rojo, la peor lacra de Sudamérica en este comienzo de siglo y de milenio. Después de pedirle infructuosamente unas diez o quince veces a Don Juan Carlos I, Rey de España, una rectificación, ahora amenaza con expropiar los dos buques insignia de nuestro sector bancario, Banco de Santander y Banco Bilbao Vizcaya Argentaria si el Rey no le pide disculpas.
Si la salida de tono hubiese provenido de Zapatero, otro gallo cantaría. Habría viajado a Venezuela con el perdón de la deuda del país caribeño, en la mano derecha, y con nuevos créditos a devolver nunca, en la izquierda. Moratinos habría servido de felpudo, de atril y de banqueta para que El Diosecito se subiera encima, y así no pareciera más bajito que la sonrisa circunfleja hecha carne.
Pero la frase que golpeó el orgullo del presidente venezolano como un balón de Roberto Carlos en la cara de un defensa desprevenido no la pronunció Rodríguez. La frase que pasará a los libros de historia, que marca un antes y un después en la visión que muchos tienen del aspirante a dictador panamericano la pronunció Don Juan Carlos I, Rey de España. Cinco palabras, cinco, han bastado para la vena de la frente de Chávez no se deshinche. "¿Por qué no te callas?".
La genuflexión de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores no ha sido suficiente, porque los matones, después de humillarte, quieren más. Y llevamos años humillándonos. Hemos cambiado la política de firmeza de Aznar (que mientras se aplicó no tocaron a las empresas españolas, creo recordar; veremos lo que sucede ahora) a la política de ceder ante los que nos amenacen mínimamente, quizá para compensarles por flotar a la deriva en el mar de injusticia universal.
No hemos llamado a nuestro embajador a consultas por los insultos vertidos sobre un expresidente del gobierno, ni por sus contínuas interrupciones, ni por los insultos y las amenazas que no cesan. Zapatero cambió a Bush por Chávez, y éste es el resultado.
Es lo que parece que le está pasando a Chávez, el Gorila Rojo, la peor lacra de Sudamérica en este comienzo de siglo y de milenio. Después de pedirle infructuosamente unas diez o quince veces a Don Juan Carlos I, Rey de España, una rectificación, ahora amenaza con expropiar los dos buques insignia de nuestro sector bancario, Banco de Santander y Banco Bilbao Vizcaya Argentaria si el Rey no le pide disculpas.
Si la salida de tono hubiese provenido de Zapatero, otro gallo cantaría. Habría viajado a Venezuela con el perdón de la deuda del país caribeño, en la mano derecha, y con nuevos créditos a devolver nunca, en la izquierda. Moratinos habría servido de felpudo, de atril y de banqueta para que El Diosecito se subiera encima, y así no pareciera más bajito que la sonrisa circunfleja hecha carne.
Pero la frase que golpeó el orgullo del presidente venezolano como un balón de Roberto Carlos en la cara de un defensa desprevenido no la pronunció Rodríguez. La frase que pasará a los libros de historia, que marca un antes y un después en la visión que muchos tienen del aspirante a dictador panamericano la pronunció Don Juan Carlos I, Rey de España. Cinco palabras, cinco, han bastado para la vena de la frente de Chávez no se deshinche. "¿Por qué no te callas?".
La genuflexión de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores no ha sido suficiente, porque los matones, después de humillarte, quieren más. Y llevamos años humillándonos. Hemos cambiado la política de firmeza de Aznar (que mientras se aplicó no tocaron a las empresas españolas, creo recordar; veremos lo que sucede ahora) a la política de ceder ante los que nos amenacen mínimamente, quizá para compensarles por flotar a la deriva en el mar de injusticia universal.
No hemos llamado a nuestro embajador a consultas por los insultos vertidos sobre un expresidente del gobierno, ni por sus contínuas interrupciones, ni por los insultos y las amenazas que no cesan. Zapatero cambió a Bush por Chávez, y éste es el resultado.
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