Esta tarde, delante mío, iba caminando por la calle una señora que rondaría la cuatentena flanqueada por dos niños, uno de unos siete años y otro un par de años más joven. De repente ha exclamado "¡El 74!", y ha salido disparada sin mirar atrás, ni siquiera cuando ha cruzado la calzada; su única preocupación era no perder el autobús. El niño mayor ha reaccionado enseguida y ha salido corriendo detrás de su madre. El pequeño ha tardado un poco más en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo y se ha quedado un poco más rezagado, mientras corría en pos de los primeros esquivando adultos como podía. Los tres han llegado a tiempo al autobús. Y yo me he quedado estupefacto ante la falta de espíritu maternal de esa señora.
Ayer estuve en la boda de un viejo amigo de la infancia, con el que compartí, además de travesuras y confidencias, catequesis y Primera Comunión. La adolescencia separó nuestros caminos y, aunque nos vemos de uvas a brevas, seguimos teniendo una buena relación. Lleva varios años conviviendo con su novia, digo esposa, y hace un año tomaron la decisión de contraer matrimonio por lo civil. ("Lo hago por ella, porque a mí me da igual", me dijo el día que me comunicó la nueva.) La ceremonia fue algo más cálida que las habituales, puesto que algunos allegados leyeron unos textos sobre el amor, el compromiso, la vida en común, etc., antes de que la juez leyese los preceptivos tres artículos del Código Civil.
Ya en el salón del banquete la entrada de los novios en el recinto se produjo bajo los acordes del "May it be", de Enya. Y el baile quedó inaugurado no por un vals sino por "Limón y sal", de Julieta Venegas. Grandes canciones, sí. Pero se me hizo raro.
No iba a comentar nada de la boda aquí. Ha sido el episodio de la madre olvidadiza el que ha hecho que empezase darle vueltas a la cabeza sobre cómo es la sociedad en la que vivimos, sobre si seguimos teniendo los mismos valores que have veinte años, sobre si ese cambio es a mejor o a peor... Y de alguna manera ambos hechos se han relacionado en mi mente. Se me ocurren multitud de implicaciones, pero ando estos días bastante decaído y no me apetece entrar en ellas. Les dejo a ustedes expresar su opinión.
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2 comentarios:
Esa señora que comentas refleja perfectamente esta estúpida sociedad en la que cada cual sólo se preocupa de salvar su culo --o ni eso-- y no son capaces de pensar en los demás, ni aunque esos 'demás' sean sus hijos o sean menores que estén en ese momento a su cargo.
No sé si es un reflejo de nuestra sociedad o no. Pero lo cierto es que me dejó de piedra.
Últimamente he pasado mucho tiempo con gente "de izquierdas", y me sorprende la importancia que le dan a la familia como pilar de la sociedad, hecho que luego no se refleja en el discurso de los líderes políticos a los que apoyan. A ver si empezamos a madurar (políticamente hablando), nos dejamos guerracivilismos, del "y tú más" y de historias y debatimos sobre temas concretos...
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