Yo fui de los que apoyaron la invasión. No por la patraña de las «armas de destrucción masiva» o porque creyera que Sadam estaba compinchado con Bin Laden. Igual que en la primera Guerra del Golfo, cuando fui -junto a Peter Arnett- el único periodista que permaneció en Bagdad cuando comenzaron los bombazos, era consciente de que Irak no representaba una amenaza letal para Occidente. Un país recién salido de diez años de desgastador combate contra Irán e incapaz de producir alimentos para sus 23 millones de habitantes, no podía tener el quinto ejército del planeta, como titulaban los diarios españoles.Sabía que contaba con armas químicas, porque las había usado contra kurdos e iraníes. Llegué incluso a toparme, en el búnker del Hotel Rachid, con Frans van Anraat, el holandés que suministraba las materias primas con las que el dictador fabricaba las bombas genocidas. Sadam se las arregló para transformar misiles Scud y hacer que cayeran en Israel, pero no podía llegar más lejos. Su maldad estaba a años luz de su capacidad.Habrá algún lector que se pregunte cómo pude apoyar la guerra contra el sátrapa, que preconizó Bush y apoyaron, Blair, Aznar y otros. Pues muy sencillo: creí sinceramente que, derrocando al tirano, era posible crear un espacio pro-occidental y de apariencia democrática en Mesopotamia.Y que desde ese nuevo Irak, en el corazón de Oriente Medio y usando como reclamo un estado de tradición laica y con ingentes recursos petroleros, se iba a influir en toda la región, neutralizando peligros como Arabia Saudí, Siria o Irán. Es --más o menos- la línea de pensamiento que defienden quienes respaldan a capa y espada la integración de Turquía en la UE.He leído el informe del Comando Central de EE.UU., filtrado a «The New York Times», donde se afirma que Irak camina hacia el caos total. Gran parte de la culpa la tiene el Pentágono, por haber desmantelado la estructura administrativa, policial y represiva de Sadam, sin recambio inmediato, pero hay otros factores, como la incompatibilidad actual entre sociedad islámica y democracia.
sábado, 4 de noviembre de 2006
Me equivoqué en Iraq
Así titula Alfonso Rojo su último artículo en ABC, el jueves 2 de noviembre:
Suscribo el artículo hasta su último párrafo. Yo todavía confío en que Iraq podrá llegar a ser un modelo entre los países de Oriente Medio. También reconozco que esa esperanza que mantengo se va apagando día tras día...
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2 comentarios:
Yo también creo que la mala dirección de la posguerra está dificultando la consecución de los objetivos pero sigo creyendo que con un cambio de timón o de estrategia en el Pentagono, podría recuperar la inciativa y lograr los objetivos deseados.
Eso sí, el tiempo perdido y los errores pasados aumentan el esfuerzo que hay que hacer. A partir de ya.
Ah, bien hallado Dwight.
un saludo,
DT
Cuando escribí antes no sabía que Rumsfeld iba a anunciar su dimisión -sé nota que mis comentarios pesan en La Casa Blanca jejejeje-, pero quizá ese pueda ser un cambio que marque una nueva tendencia.
DT
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